El otro día le decía a mi amiga C. que tuviese cuidado con los blogs, que son peligrosos... Ya estaba ella liándose con los áticos sentidos de un genio cobarde de los de mucho ruido y pocas nueces. Uno de esos muuuucho más listo que cualquiera, y casi casi tan cobarde como yo.
Soy como esos fumadores que lo tienen muy asumido y le prohíben a sus hijos empezar, aunque ellos ya ni sigan intentando parar de darle al vicio.
Ay, los áticos sentidos. Ay.
Ay cómo me ponen y qué poco me dejan trabajar cuando me dejo llevar por ellos.
Supongo que lo más excitante es que de ahí a la locura la línea es muy fina. Da demasiado gustirrinín pisarla de vez en cuando y explorar los lugares más oscuros y peludos de tu otro yo. Pero te puedes hacer taaaanto daño.
El lenguaje siempre lo ha sido, supongo. Peligroso. En cualquier época. Sin embargo, soy de la opinión de que el anonimato de un blog y sus comentarios se lleva la palma.
A la palabra oral se la lleva el viento, sí. Aceptamos barco. Fair enough. Ahora bien, un blog no sabes quién lo escribe, no sabes quién lo lee ni mucho menos quién responde... Lo puedes borrar entero en un minuto. Puedes editarlo y quitar los comentarios de la gente. Puedes estar diciéndole cosas diferentes, con las mismas palabras, a personas distintas que, a su vez, pueden estar comprendiendo veinte sutilezas, tres o ninguna. Un blog es... un orgasmo.
Es mucho power, that is, para una sola paginita. Para un único culito.
Es un mundo, además, lleno de posibilidades por explorar, descubrir, explotar. Un planeta, como en la conquista de Far West, sin ley. Es la peli de Serenity. Cada uno se atiene sus propias reglas y sólo unos pocos locos de atar se empeñan en regirse por principios morales básicos y en que los demás sigan su ejemplo. May the Force be with you all over again, la lucha del bien contra el mal.
What a glorious, mind-blowing challenge.
Y es que en Internet, como en la vida real, puedes ser quien te atrevas a hacerte.
Me hace gracia cuando leo en la prensa que la gente se convierte en otra persona en Internet, como si no formase parte de la vida real. Como si no fuese, símplemente, otro lugar de encuentro. Me provoca carcajadas.
Cambien a un niño introvertido de colegio, a ver qué pasa. Envíenlo a un campamento. Múdese usted, a los cuarenta años, a otra ciudad. Reinvéntese.
Quiénes somos, en el primer mundo, depende únicamente de nosotros mismos.
Le decía el otro día a mi amiga C. en aquella conversación en la que le conté unos poquillos áticos sentidos inconfesables con la esperanza of deterring her from becoming an addict, le decía, digo, que ya me lo había dicho a mí mi profesora de francés de la universidad. En la cantina, además.
Lo recuerdo como si fuese ayer. Yo balaba por algo, me quejaba del curro, quizás. Decía algo así como que ya estaba harta, que me iba a largar con viento fresco. Monique, comiendo ensalada, me miró a los ojos con ése look trascendental que le caracteriza y me soltó la siguiente perla:
M., ten cuidado, si le pones palabras a tus sueños, podrían hacerse realidad.
Recuerdo haber pensado en aquel momento que aquello contrastaba con lo que siempre me habían enseñado sobre el wishful thinking: no es bueno hacerse demasiadas ilusiones, bonita, así luego no te sentirás mal cuando no lo consigas. Pobrecita ella.
Lo que más rabia da es que de esto no se le puede echar la culpa a nadie. Es una doctrina tácita y generalizada. No me atrevería a decir que machista. No me atrevería a decir que católica, tampoco, porque no sé nada de psicología, ni de filosofía ni de religión.
Yo sólo sé que las chicas Cosmo hacen chicos bogartianos, y al revés. Y mucha viceversa. Demasiada.
Yo sólo sé cosas prácticas de la vida, del mundo y de la gente, nada más.
Lo que sí me atrevo a poner, porque me atañe sólo a mí, es que estoy intentando encontrar el equilibrio. Y que, a veces, cuando no sé definirlo, echo mano de Internet, lo encuentro en la wikipedia y me pego un pequeño susto.
¿El susto? Porque recuerdo que soñar en voz alta es un arma de doble filo. La puedo usar yo y la pueden usar los demás ya sea consciente o inconscientemente tanto para bien como para mal. O sea, seis filos, en total ;-9
Es imposible saber con certeza si las verdaderas intenciones del powerpoint de Al Gore, en lo más profundo de su helado corazón, son buenas o malas y en qué porcentaje. Si tiene fines políticos conscientes o no y hasta qué punto. Si se lo cree del todo o a medias. No puedo saber en qué medida nos afectará lo del cambio climático, aunque lo supongamos, ni si los powerpointistas lo tienen más claro que yo al 20 o al 90 por cien. Lo mismo digo de los científicos que defienden la misma teoría. Tampoco sé si los de Greenpeace son sinceros del todo o sólo un poco. No entiendo, no me entra en la cabeza, por qué ni para qué nos manipulamos lo unos a los otros ni cuánto ni hasta dónde es beneficioso para nuestra propia independencia y salud mental.
Por no saber, no sé si lo que ocurre con el powerpoint del amigo Al es lo mismo que ocurre como con cualquier otra persona del universo: todo y nada a la vez, que todas las teorías sean ciertas y falsas en mayor o en menor medida dependiendo de lo en serio que te las tomes tú o se las tomen los demás.
Ni siquiera puedo confiar en que a alguien más que a mí, de verdad de la buena, le importe lo que les pase a unos hijos, nietos, biznietos que todavía no existen. Tampoco puedo confiar en que, si les pregunto, me vayan a decir la verdad, no porque me vayan a mentir, sino porque a lo mejor ni siquiera ellos mismos son todavía conscientes de hasta dónde les llega el individualismo.
¿Son para mí más importantes mis futuros biznietos inexistentes que el deseo irreprimible de ser enjabonada por Claudio, aquí y ahora, durante un buen rato, desperdiciando agua en la ducha nonstop?
Es que si yo no tengo biznietos, serán los biznietos de los demás. Y ahora hay millones de biznietos de otros muriéndose de hambre y sed en el mundo. Pero si lo digo así, provoco sonrisas cínicas en los demás.
Vale que nos morimos todos. Vale que ni siquiera sabemos si seguimos vivos o muertos en vida. Vale que no somos "naide". Que Dios no existe, que la vida carece de sentido. Que somos animales. Que no puedes confiar en nadie al 100%. Que hay que nadar despierto o te devoran los tiburones. Vale que nos hacemos viejos, que nos equivocamos mucho. Vale mandar a todo y a todos a tomar por donde la colonoscopia de mi madre.
Pero también vale el existencialismo ateo. Vale hasta la patafísica horizontal y el arte de lo absurdo. Vale ir al campo, echar unas risas. Vale hacer un tiramisú Erasmus en una tarde de sol. Vale tirarse a la piscina, vivir, cambiar el mundo. Vale estar ahí cuando te necesiten, vale leer, escribir y follar a la vez. Vale ayudar a los demás sin esperar nada a cambio. Vale viajar al tercer mundo. Vale no poner en el mismo saco el cáncer y el hambre. Vale la empatía.
Sí, vale sobre todo ponerse en el lugar de los demás.
Está todo en vuestra mente, lovely people.
Ser felices también.
Sobre todo, ser felices.
Besitos,
M.
Monday, July 2, 2007
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