Un petit bonjour desde Mende, Lozère, el lugar donde aprendimos a no ser individualistas allá por el año 2001.
Y a dar las gracias, a hacer voluntariado. A tratar a la gente de igual a igual.
Estoy muy lejos, lovely people.
Me temo que no voy a poder llegar a la fiesta.
Ha sido un viaje lleno de emociones; he vuelto a un lugar interesante, por utilizar un adjetivo que parezca pobre.
Y es que Mende es uno de esos sitios que parecen pobres, o apartados de la mano divina, en más de un sentido de la palabra. Pero resulta no serlo en absoluto. Más bien, todo lo contrario.
Si existiesen las manos divinas, residirían donde yo estoy ahora. Sí, aquí, a 100 km de Montpellier y a muchísimos más de Guadalajara.
Si existiesen las manos divinas, residirían donde yo estoy ahora. Sí, aquí, a 100 km de Montpellier y a muchísimos más de Guadalajara.
Con de esa gente que saca lo mejor de moi. Esa de la que hace falta rodearse.
En la caverna está todo muy oscuro y se entra si uno quiere.
Y yo no pienso rentrer. Aunque vuelva a Salamanca y a las parafernalias.
Ya está dicho, en teclado francés, pero dicho, nonobstant.
Escribo con prisa desde una cena chez des amis, je dois partir (à tout le monde, a tous mes amis, je vous aime, je dois partir).
Pero os doy las gracias.
Besitos,
M.
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