Abrimos y cerramos fases, ciclos.
Llegamos a una madurez, avanzamos, nos estancamos, salimos, seguimos, aprendemos y nos vamos. Nos divorciamos, nos damos demasiado tiempo o menos del suficiente. On tourne la page éternellement. Volamos al siguiente aeropuerto de cualquier lugar del mundo y tomamos café con amistades pasadas, amantes, novios de varios años que fueron nuestros, que avanzan hacia otro sitio pero siguen oliendo igual.
La misma risa de Marta. Idénticas preguntas nerviosas del amigo de antaño. Y un viejo profesor de Historia de la Traducción me dice que todo es política y yo comienzo a entender. Otro, the Mad Hatter, me dice que tenga mucho cuidado in Wonderland. Uso la taza de té a la menta de Manu para calentarme las manos, pensando en el gesto, en la familiaridad adquirida de haber vivido con él. Tengo la impresión de que son todos amigos de mi infancia, en otro tiempo y un espacio surrealista. Si llamase Willy Fogg a la ventana del segundo piso de esta cervecería le hablaría sin sorpresa. Otro microcosmos, otra universidad y su parafernalia, a años luz. Y ésa sensación de que una vida es reinventable, pero que nunca se debe volver atrás.
Media década después, en el Mappa Mundo, o en un restaurante que se llama Fin de Siècle y al que esperaba llevarme por primera vez, me confiesa que no ha tirado el jersey verde. Que está solo y que hace frío en Bruselas también. Y yo le digo que soy feliz con mi vida en otro cosmos. Este sueño es mío.
Ya he estado en este restaurante, ¿sabes?
Y un "cuídate". Cuídate, niño. Yo ya no lo voy a poder hacer...
Tuesday, March 9, 2010
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