Angers, miércoles 2 de abril de 2008
Estimado alumno de Filologías:
Es grato saber que se encuentra usted sano y sin ningún hueso roto, con la vida que lleva.
Me pide usted que le atienda en una de mis tutorías. Me pregunta si estoy bien después de tanto tiempo y me ruega que le indique cuándo sería posible reunirnos. Que reciba, mientras, un saludo cordial.
Pues yo se lo agradezco.
A pesar de que tradicionalmente sólo haya recibido para tutorías en mi despacho a alumnos de Interpretación de la Facultad de Traducción, hubiese podido hacer una excepción al tratarse de un filólogo alemán en ciernes, de Hispánicas e Inglés, con sus credenciales. Parece ser que está usted muy recomendado, y eso juega su favor para pasar por alto su corta edad y estatus de estudiante en un sistema jerárquico tan marcado como el de la facultad de enfrente, que existe dentro de su cosmovisión por mucho que intenten ustedes obviarlo. Sus superiores admiran la perfección de su trilingüismo y el dominio que ha demostrado de la Literatura y la Historia del Arte en los tres idiomas, así como la tenacidad con la que persigue sus propósitos, sobre todo en lo que respecta a su afición por el noble deporte de la natación. Sus iguales le idolatran por motivos que en este correo no caben.
En su contra sólo juegan su orgullo, su falta de autocrítica, tamaña actitud insolidaria en lo político y en lo social, su total desprecio hacia las mujeres a quienes nunca ha tratado de igual a igual, su completa ignorancia del concepto de responsabilidad social, su autoritarismo y cabezonería.
Desafortunadamente no podremos reunirnos; me encuentro más en Francia que en territorio español en estos momentos, ya que se me han concedido dos movilidades docentes con la finalidad de que aquellos profesores de Universidades que se acojan al programa Erasmus puedan disfrutar de un intercambio de conocimientos con sus homólogos europeos.
Es para mí un placer contestarle desde la Universidad Católica de Angers, donde impartiré cuatro horas de clase de interpretación y una conferencia. En mayo acudiré al Institut Supérieur d'Interprètes et Traducteurs de Paris, para recibir humildemente a cambio su sabiduría y dar clases en su máster.
Volveré a Salamanca el día 8 del presente mismo mes en el que estamos, donde permaneceré cinco semanas, aunque sólo estaré libre durante dos, pues recibiré visita ineludible de París. Puede usted apuntarse a tutorías el miércoles 9 o el jueves 10. Hay una lista en la puerta de mi despacho, que es el 11.
Si le viene mal el horario matutino de las tutorías, podemos quedar a tomar café, siempre y cuando me asegure usted que sus intenciones son honrosas. Desde hace algún tiempo tengo compañero sentimental, suegra pide-polluelos, exmujer que toca el violín y hermana política artística, las tres encantadoras, por cierto, y pendientes de la felicidad de mi consorte, razón por la cual me tratan muy bien, lo que contribuye a que sienta la necesidad de frecuentar aquellos lares con amplias vistas a campos tan fértiles como los Elíseos y lugares tan vigorosos como la Torre Eiffel, a la que hemos subido varias veces.
No sé qué ha hecho que se haya fijado usted en mí como mentora académica e investigadora. Quizás sea un malentendido por su parte. Yo no tengo parientes escritores ni amigos insignes en Filologías y no seré de gran ayuda en su carrera profesional como poeta frustrado. Me siento halagada, no obstante, y reitero que mis apariciones en el mundo universitario salmantino son discretas en estos momentos, no porque no quiera verle a usted, sino porque soy más feliz así, en el anonimato, rodeada gente menos guay pero sincera y solidaria.
Tampoco puedo proporcionarle otros contactos provechosos para los cristalinos fines que usted persigue, más allá de los ya ofrecidos en su momento; estaré encantada de practicar idiomas con usted, hacerle tutorías, intercambios de lenguas exóticas como el finés, traducciones e interpretaciones; podemos ir al cine o tomar café, y le propongo una vez más ser su amiga, en el sentido más puro del término, siempre y cuando sea una amistad real, recíproca y sin hipocresías.
Le reitero, como hice por mail en mi despedida a principios de curso, el ofrecimiento de mi sincera amistad, querido alumno de la Facultad de enfrente. Espero que ya vaya usted empezando a recordarme con cariño, pues hace un buen momento que desaparecí. Bien sabe usted que aprecio su humor sarcástico como la que más, pero no su cinismo y superficial parafernalia. Nunca encontrará en mí a una coleguilla de bar que le ría las gracias. Tampoco seré jamás una fan sumisa y dócil. Ni soy alumna, ni curso Filologías.
Atentamente,
M. X de la X.
Profesora colaboradora, Universidad de S.
Miembro de Y y Z.
Intérprete de conferencias.
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