Friday, June 6, 2008

Y aún diría más

No he terminado de decir cosas.

Mande a la mierda la hiperrealidad que le han impuesto. Enséñele falacias a los niños. No, mejor, a las niñas. Desprograme el liderazgo del pensamiento de grupo. Gracias por hacernos reír. Rompa usted el Pigmalion effect. Comparta los secretos de la retórica. Haga críticas anónimas. Impulse la inteligencia colectiva según el Open Model. No hay más listos y más tontos, en pedagogía, ni en el mundo. Cada aprediz es maestro. Los hay más ricos. Los hay más formados y con más morro, sí. Es todo mentira. No es que yo lleve gafas mejores, es sólo que tuve más prejuicios cognitivos. Salamanca no es una ciudad de paso si se atreve usted a montarse en el gilitren a pelo, gallina. Guerra Civil, my ass. ¿Cuántos siglos les va a durar la excusa? ¿La España profunda con ciudad universitaria? Deshágase de la cabra, ya de una puta vez. Tíresela al otro lado de la mesa en U de Unamuno, ha pasado un año. Me ha gustado el debate. Póngase una pashmina, no me vaya a coger frío. Aparten a sus maridos del hogar de leña y las zapatillas. Uno es lo que se curra ser. Usted podría ser intérprete, si supiera análisis del discurso. Yo también podría serlo si montase en bici un año. Ha heredado estructuras, no sólo savoir-faire. Si le sirve de consuelo, también heredó genes. A mí me pasó lo mismo, no es grave. Le pasará a sus hijos, también. Y a los míos, que serán niños diferentes a los anteriores, porque, para entonces, aquí en Salamanca, yo ya habré logrado desvincularme en esencia de esta hiperrealidad.

Llámenlo autoprofecía.

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